intenciones

Recuerdo que cuando estaba en la Universidad el que a la sazón era mi director de tesis dijo que lo más difícil para mí sería escribir el texto final. "Enfrentarse al papel en blanco -decía- es el trance más terrible..."; años después hablo con la única amistad que conservo de aquella etapa y me confirma la observación: se ha atascado en un capítulo y tras meses y meses de redacción, parones y avances desacompasados, se da cuenta de que todo el armazón argumental es erróneo.

Desde luego no pretendo comparar este desahogo nocturno con la redacción de una tesis doctoral pero quería dejar claro que no es sencillo el enfrentarse a un papel, pantalla al caso, en blanco.

¿Qué escribir cuando no hay proyecto alguno?

Al hilo de esto me viene a la memoria un comentario de cierta profesora de literatura acerca de qué era éso de la "inspiración" para un escritor; citaba ella a Camilo José Cela en su teoría de que para escribir bien lo que hay que hacer es sentarse metódicamente a diario y escribir. Surgirán muchas páginas inútiles que luego se desecharán, pero entre tanta broza el escritor encontrará algo que merece la pena. Por otra parte, continuaba la profesora, para los románticos la inspiración es algo que sobreviene al autor: lo invade de repente y lo impulsa a escribir, a crear, de una sola vez. Nada de metodismo.

Me agrada más el argumento democrático de Cela: siendo metódico hasta yo podría espigar y juntar algo de calidad entre mis notas.

Lanzo estas líneas entonces como se lanzaría un mensaje en una botella, en esa imagen de cómic que muestra al náufrago en una isla desierta lanzando una botella con un rollito de papel dentro. Más que confesión, más que afán de protagonismo o deseo de mostrar el escritor que ningún malintencionado editor ha querido reconocer, lo que estoy haciendo es plasmar mis pensamientos en un documento imaginando que los estoy compartiendo con el amigo que todos hemos tenido y que vive en el imaginario del pasado.

Sirva esto pues como declaración de intenciones.