"El doctorado le ayudaba a ser un estudiante eterno, el sueño utópico de cualquier persona inteligente"
Es la primera frase de Los Corderos de Dios que me llama la atención.
"... el desear es más que el conseguir, el no saber con certeza si vas a conseguir tus objetivos es más apasionante que el verlos cumplidos."
Son reflexiones que van surgiendo a lo largo del relato, un tanto acelerado por momentos. Es en la recreación del ambiente de un bar típicamente madrileño donde se ve al observador fino que es nuestro autor:
"Enfrente de la barra amenazaba el cuadro de tamaño familiar de una foto aérea de Villaladeras del Monte.
[...] La noche está al final del día, el Atléti está al final de sus fuerzas y, ley de vida, al final de la barra estaba el jamón, el señor Jamón con sus hijos don Trapo y don Cuchillo, montados en el trono de madera de Talleres Elías e hijos, chapa y pintura, Carretera Vieja km 6, Villaladeras de Abajo. Debajo de las cámaras estaban las tradicionales bandejas de callos, queso peligroso en aceite, boquerones en vinagre y ensaladilla rusa violada por una cuchara en una esquina.
El bar estaría incompleto sin el suelo. Era una lujosa alfombra de bigotes de gambas, palillos rotos, culos de puros baratos y servilletas, esas servilletas que nunca absorbían ni limpiaban, sino ayudaban a manchar más la cara del usuario, cortándole los labios mientras los pintaba de grasa."
O en la descripción de una ciudad que conoce bien:
"... los barrios más antiguos de la capital. Antiguos, pero no en cuanto a la arquitectura, aunque la zona de los Austrias sí le fascinaba, sino en cuanto a la gente, el estilo de vida, el ritmo, la conversación. Paseaba mucho por el Madrid más chulapo, más castizo, donde algunos señores llevaban sombrero, bigote y bastón, y se levantaban para saludar al patriarca, y donde algunas señoras todavía lavaban a mano con enormes ladrillos de jabón casero. [...] Aquí, de todas formas, todavía se oía desde alguna ventana abierta que las mujeres de una cierta edad cantaban coplas, compitiendo una con otra, entrenando los pulmones para cuando volvían los maridos a casa oliendo a libertad y a bares."
Ciertas descripciones paisajísiticas dejan entrever al poeta:
"La noche nunca cae; espera agazapada detrás de las faldas del día, y como un ladrón, entre sigilosamente. Llena primero los rincones indefensos donde es más fácil ganarle la batalla a la luz, luego se extiende como los dedos lentos y seguros del asesino, como la sombra de los brazos del asesino de cine mudo, sube las paredes, y encarcela las casas, los talleres, hasta las iglesias, porque ni la casa de Dios es exenta al castigo de la oscuridad. Y sigue, apresando a todos menos a los que viven de la noche, los que respiran sombras."
Es también observador del comportamiento humano, como se ve en las reflexiones que van salpimentando la narración:
"Como siempre, cada uno tiene su opinión primero y luego busca confirmarla con una interpretación personal de los hechos, en vez de enterarse primero de los hechos para luego formar la opinión.
[...] Sigue la conversación entre los gritos de hombres que leen demasiada importancia en los renglones de sus opiniones, y el mundo más allá de sus voces queda anegado por la inundación de palabreo."
"Años de recelo se convierten en odio con la facilidad típica del ser humano que necesita justificarse."
"Como cualquier persona que se mete en la red para buscar información, y a pesar de darse cuenta de su error, Dani se dejó llevar por otros caminos."
"... con ese tono vacío y avergonzado que tiene el timbre de una casa poco amueblada."
"El murmullo de conversaciones hace acrobacias en el aire, y el tintineo de cubiertos y cafeteras son lentejuelas bajo las luces."
"El silencio es apocalíptico, es aquel silencio que inundará el universo después del final de los finales."
Hablando del río Wear (que su autor me aclara atraviesa por Sunderland y Durham, y no por Newcastle como yo había supuesto en un principio):
"Aquí, el aire húmedo y frío cuelga de las ramas de los árboles, y el río negro muestra su cara más amohinada."
Que el autor haya incluido a Cork entre los posibles destinos del protagonista para pasar un fin de semana romántico con su novia me suena a concesión, pero me gusta. Recuerdo de esa pequeña ciudad y reconozco al río Lee en esa descripción.
En fin...
"La vida está llena de estas pequeñas decisiones que a la postre resultan fundamentales."
He destacado estas reflexiones porque es a través de ellas donde veo a la persona que hay detrás del autor de la novela. Los personajes no están bien definidos; la trama se dearrolla vertiginosamente para desvelarse tópica (de nuevo la secta milenaria tras los acontecimientos más destacados de la Historia); la novela, en fin, termina sin final.
Sin embargo me quedo con estas observaciones porque en definitiva la vida pasa por delante de nuestros ojos a ritmo vertiginoso sin que seamos capaces de explicar qué sucede a nuestro alrededor. Descubrir esas reflexiones es como parar un momento en medio de la calle para pensar sobre algo que nos acaba de acontecer. Es una invitación a dedicar un mínimo tiempo cada día a pensar, a imaginar, a llevar un bloc de notas con nosotros.
Su experiencia docente sale a la luz en otra reflexión sobre el comportamiento humano:
"La edad de los demás va en función de la tuya, por éso los niños piensan que todos sus profes tienen ochenta y dos años o treinta y siete, es igual, pero cuando esos niños llegan a adultos y se encuentran con sus profes por allí, se sorprenden porque solamente tienen cuarenta todavía. (...) Son cosas de la percepción.
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