muerte de un poeta

A medida que uno avanza por las páginas de la obra que, sin duda, hiciera más famoso a Ian Gibson, va emergiendo de modo claro la personalidad de Federico García Lorca. La formulación de Luis Cernuda sobre su personalidad es destacable:

"Un día, allá en la vega de Granada, nació un niño, a cuyo alumbramiento asistieron todas las hadas. Una le dio el don de la simpatía, otra le dio ángel, otra le dio poesía; [...] cuando parecía que todas le habían saludado ya con tan graciosos presentes se vio que, oculta por las demás, aún quedaba una hada, menuda y apacible, al lado de las otras, evaporadas de orgullo. Se acercó esta última y otorgó al recién nacido el don de saber vivir."
Es éso, el "saber vivir" lo que aparentemente más llama la atención de la personalidad de Lorca. En este sentido resulta fácil formarse una opinión negativa de la pesonalidad del poeta. Es, desde una perspectiva tradicionalista, lo más comprensible. Como señalara John Hay Hall, estudiante norteamericano con quien trabó amistad Lorca durante su estancia en New York, es sorprendente...
[...] su tendencia a dramatizar "las circunstancias más nimias de la vida diaria"
el que
Lorca no suelte nunca tacos y [...] que le gustan sobremanera las conversaciones sobre "muertes violentas, los idiotas o seres grotescos o anormales, artistas, gitanos y negros".
En fin, Hall destaca
la tendencia del poeta a cantar sus propias alabanzas y la evidente e ilimitada fe que tiene en su talento literario, [...] Federico parece realmente asombrado de sus propias dotes.
Para Lorca, según sus palabras en 1933, aprender a vivir estriba en:
"respetar los propios instintos". O sea, que "hay que seguir la inclinación", sean las que sean las consecuencias y aunque la sangre corra.
El poeta Luis Cardoza y Aragón señalaría:
[...] su método de trabajo: un absoluto entregarse al impulso creador en los momentos en que éste se hacía sentir, y que le producía una especia de frenesí. Según el guatemalteco, Lorca sólo se ponía a escribir cuando ya no podía aguantar más no da expresión a los sentimientos que le sacudían.
Y es que a medida que Gibson va llevándonos a través de las experiencias vitales del poeta, utilizando en ocasiones fragmentos de sus obras o, sobre todo, jalonando la biografía con análisis de su obra literaria, salta la imagen de Lorca como un jóven en extremo sensible, poeta y músico virtuoso. Un jóven de familia acomodada que puede permitirse el lujo de vivir del dinero familiar evitando sobre todo en los momentos más críticos tener que tomar las riendas de su vida aun cuando ésto implique dejar de lado su vocación literaria, principalmente como dramaturgo y poeta.

Algunos pasajes de cartas que dirige a su padre para evitar que le obliguen a terminar la carrera y luego buscar una profesión que le de independiencia económica me resultan pueriles. Lorca se me aparece, pues, como un "niñato" rico que se retira pusilánime a la seguridad de la familia al primer inconveniente que encuentra. Siempre a la sombra de su hermano menor Francisco que sí sigue la carrera profesional que sus padres desean para sus hijos y de su autoritaria madre.
Los padres de Federico [...] estaban empeñados en que tanto él como su hermano hicieran una carrera que les permitiera acceder a una profesión "útil"
Gibson analiza en los escritos de adolescencia los motores de la creatividad del poeta:
[...] si el poeta adolescente se rebela contra el Dios cristiano, es, sobre todo, porque éste, a diferencia de los dioses de la Grecia antigua [...] no tolera el erotismo y carga con prohibiciones mortales una actividad que debería ser fuente de gozo y de bondad.

[...] Para Lorca, [...] sólo una deidad repugnante sería capaz de crear el deseo sexual y luego condenarlo, convirtiéndolo en sufrimiento y angustia.

[...]

Los escritos juveniles de Lorca demuestran que ha llegado a la convicción de que el ejemplo y el sacrificio de Cristo fueron inútiles. Y de que, si la humanidad no quiere escuchar el mensaje de amor de Jesús, la culpa la tienen en gran parte los representantes "oficiales" del Salvador en la tierra, empezando por el Papa (cuya figura inspira al poeta adolescente el más profundo desdén). Lorca considera que el clero traiciona constantemente a Cristo, y la repugnancia que le inspiran estos célibes, según él hipócritas, es virulenta.

[...] Los primeros escritos de Lorca tienen una clara raíz evangélica y revelan una fuerte tendencia por parte del joven poeta a identificarse con el Cristo al que tanto admira.

[...] Si Lorca odia al Dios cristiano, también ha llegado a odiar el militarismo en una época en que las primeras planas de la prensa española traen noticias día tras día acerca de las sangrientas luchas que se están librando al otro lado de los Pirineos [así como la] guerra africana contra Abd el-Krim.
El Lorca reivindica, como verdadera patria, la del amor y de la igualdad está obsesionado no sólo por el deseo de experimentar la pleniud sexual sino por la seguridad de no alcanzarla.
[...] Para Lorca, es decir, el sexo o la pasión amorosa son inseparables de la angustia. O dicho de otra manera, la angustia -sean las que sean sus raíces- es lo que impide ir en busca de la fruición amorosa. No se trata ya de una represión impuesta desde fuera (religión, sociedad), sino de que la prohibición, internalizada, se ha convertido en ansiedad: se ha hecho "impotencia en el alma". [...] ¿Le atormentaba a Lorca la posibilidad de encontrarse impotente ante la mujer?
En definitiva Gibson concluye que:
Los escritos tempranos de Lorca dan fe, en resumen, de una angustia sexual que lo atormenta, de un acuciante sentimiento de fracaso amoroso, de una "tristeza nativa" y de un tremendo conflicto entre Dios y Dionisio, entre las necesidades y urgencias de la libido del joven poeta y las fuerzas represeivas puestas en marcha por su formación católica y ahora rechazada. El Lorca adolescente es un alma en pena empeñado, sin embargo, en salvarse a través de su vocación literaria.
A partir de aquí se va dibujando la personalidad del artista a lo largo de la primera parte del libro:
[...] en mayo de 1918, ya era plenamente consciente el poeta de ser sexualmente "diferente" (rosa roja por fuera, azucena "imposible de regar" por dentro).
...
Yo debí cortar
mi rosa aquel día,
pura apasionada
de color sombría
al par que los troncos
dorados ardían.


¿Hay aquí un implícito reconocimiento por parte de Lorca de que es el excesivo apego a la madre, nunca superado, lo que le imposibilita tener una relación con otra mujer?
...
El protagonista del Romancero gitano [...] es un personaje que se llama a la vez Pena y Granada. Y en lo hondo de estos romances aparentemente "gitanos", pese a su brillante y abigarrada superficie, a su vitalidad, lo que subyace es la angustia lorquiana de siempre: frustración amorosa, acecho de la muerte y la acción represora de una sociedad cruel, representada esta vez por la Guardia Civil.
...
[...] a Federico le atenazaba tanto el temor a la muerte que se había inventado una manera muy original de combatirlo: [...] representar, de manera ritual, su propio fallecimiento y entierro.
En definitiva Gibson reflexiona lo siguiente:
Lorca no llegaría nunca a resolver plenamente el conflicto entre Dios y Dionisio que le desgarraba. Lo máximo que podía hacer era tratar de vivir con él y, sobre todo, de expresarlo en su obra. Pero en ciertos momentos de su vida ni su arte, ni sus inmensos dones, ni su carisma personal bastarían para salvaguardarlo de depresiones profundas y casi suicidas.
Así nos va conduciendo Gibson de modo que cuando cita una reflexión de Jorge Guillén no puedo sentirme más que de acuerdo:
Guillén, hombre serio y ordenado, [...] tiene la impresión de que el poeta está malgastando su talento. "Lorca, con el mismo tesoro de seducción [...] pero derrochándolo, malbaratándolo baldíamente: una calamidad".
El "tesoro" que encuentra en Lorca Guillén es la capacidad de recitar:
Una de las cualidades más notables de la poesía lorquiana era, según él [Guillén], su capacidad, realmente insólita, para conmover no sólo a selectas minorías sino a un público mucho más amplio. Y ello en gran medidoa debido a la naturaleza juglaresca del poeta. "Éste es el gran secreto de Federico García Lorca -insistió-. Su poesía, tradicional y novísima a un tiempo, y siempre de la mejor calidad, exige para su plenitud la recitación en público. (Otra tradición perdida).

En una carta a un amigo Lorca expresa muy bien su filosofía de la vida:
"Dibuja un plano de tu deseo y vive en ese plano dentro siempre de una norma de belleza. Yo lo hago así, querido amigo... ¡y qué difícil me es!, pero lo vivo. Estoy un poco en contra de todos, pero la belleza viva que pulsan mis manos me conforta de todos los sinsabores"
Y, en otra carta de 1928 a sus padres:
"Yo no tengo culpa de muchas cosas mías. La culpa es de la vida y de las luchas, crisis y conflictos de orden moral que yo tengo".
Pero, en definitiva, aparece el "niñato" a los 31 años, justo antes de partir para Nueva York:
[...]El proyecto es estar seis o siete meses en Nueva York y luego el resto del año en París. [...] Además la cuestión económica está resuelta: "Mi papá me da todo el dinero que necesito y está contento de esta decisión mía".
Aún en Nueva York, y ya bien adulto, encontramos en él un comportamiento de niño mimado. En un artículo de Daniel Solana se lee:
[Lorca] no posee más manera de expresarse ante sus asombrados y ávidos amigos norteamericanos que a través de la música de sus canciones, sus risas y su atropellada forma de hablar, como un niño precoz mimado por hadas locas.
En definitiva es otro poeta, Vicente Aleixandre, quien nos resume la personalidad de Lorca:
Su corazón no era ciertamente alegre. Era capaz de toda la alegría del Universo; pero su sima profunda, como la de todo gran poeta, no era la de la alegría. Quienes lo vieron pasar por la vida como una ave llena de colorido, no le conocieron. Su corazón era como pocos apasionado, y una capacidad de amor y sufrimiento ennoblecía cada día más aquella noble frente. Amó mucho, cualidad que algunos superficiales le negaron. Y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo.
De aquí que el asesinato de Lorca en Granada se constituya como el símbolo de la intolerancia y la incomprensión.

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